Para navegar nuestro entorno es importante conocer a las demás personas. Desafortunadamente, en muchas ocasiones no tenemos suficiente información para realmente conocer a otra persona. En estos casos tenemos que utilizar lo poco que sabemos para predecir y hasta adivinar que pueden estar pensando. Imagina tener que comprar un regalo para una nueva amistad, alguien a quien apenas conoces. No conoces bien a esta persona pero sabes que a ti te gustan las velas aromáticas, y esta persona tiene muchas características en común contigo, así que decides comprarle una vela.
Estás utilizando tus propias preferencias como punto de referencia. Tu cerebro tiene que tomar una decisión sobre qué le gustaría a esta nueva amistad basado en lo que conoce. Sabe que a ti te gustan las velas. Esto puede funcionar lo mismo que no. A tu amistad le puede encantar el regalo o puede ser que odie los olores artificiales en su hogar. La realidad es que hiciste lo que pudiste con la información que tenías disponible: las similitudes entre ustedes y el hecho que a ti te gustan las velas. Aunque el regalo no haya sido del agrado de quien lo recibió, es muy probable que vuelvas a utilizar el mismo proceso la próxima vez que te encuentres en una situación similar. Pero es importante realizar que estás tomando una determinación basada en tu propia perspectiva y tus preferencias.
El acto de regalar tiende a tener pocas consecuencias negativas pero ¿qué tal si utilizas el mismo proceso para hablar de política con alguien que acabas de conocer o alguien con quien hace poco trabajas? No asumas nada. Recuerda que las demás personas, incluso los que se parecen a ti en muchos aspectos, tienen diferentes perspectivas y pueden tener diferentes creencias, preferencias y expectativas. Si, asume que probablemente no quisieran sal en su taza de café pero espera a conocerlos mejor antes de llegar a alguna conclusión sobre su forma de pensar.